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Las ballenas jorobadas son de los mamíferos acuáticos más importantes del océano, pueden llegar a medir de 12 a 19 metros, lo que equivale a un edificio de seis pisos. Así como otros animales marinos, las ballenas tienen una ruta de migración que utilizan para poder transportarse de un lugar a otro en busca de alimento, protección e incluso para dar a luz, acompáñanos en esta travesía de madre e hija.

Lucy, la ballena jorobada, había llegado a las costas de Hawai después de dar a luz a su cría, juntas debían emprender un viaje que Lucy tenía memorizado a la perfección, pues había aprendido de su madre y abuela hace muchos años.

No había suficiente comida para ellas en esas aguas, la cría de Lucy no tenía muchos meses de edad, así que necesitaba alimentarse bien para poder crecer fuerte. Pasaron viajando día y noche, siempre juntas, sin separarse, al ser tan pequeña Lucy debía a veces sostener a su cría con su aleta para que la corriente no las separara.

Viajaron varios miles de kilómetros hasta llegar a las costas de Alaska. La corriente oceánica global, la cual es responsable de transportar nutrientes a distintos lugares del mar, había preparado estas aguas de la mejor manera para que ambas tuvieran un festín. Sin embargo, de repente Lucy notó que un barco pesquero estaba cerca de ellas y que se dirigía al mismo lugar. Siguieron nadando más rápido hasta que vieron que no era solo uno, cientos de barcos pesqueros habían llegado antes que ellas.

Ilustración por Freepik y María Sarah Gachet

Descubrieron que no eran las únicas allí, otras ballenas jorobadas habían llegado antes que ellas. Se acercaron suavemente a preguntar si sabían qué había ocurrido. Uno de ellos explicó que los humanos se habían dado cuenta de lo que sucedía en esta época del año y cómo eso provocaba mayor cantidad de peces.

Lucy comenzó a asustarse, sabía que debía alimentarse tanto ella como su cría habían viajado durante mucho tiempo. De pronto vino otro de sus amigos y les dijo que más adentro había una granja de salmones, dónde justo liberarían a todos ese día. Lucy y su cría se adentraron un poco más, logrando ver los altos árboles de Alaska hasta llegar a dónde estaban liberando a los salmones.

La cría de Lucy estaba tan emocionada que salió primera para dónde estaban los humanos. Lucy tuvo miedo que el hombre reaccionara mal o violento, pero no sucedió nada malo. Él continuó liberando a los salmones, incluso habiéndolas visto a las dos, pues él sabía que de todas maneras escaparía la cantidad necesaria de salmones para poder repoblar la especie.

Ambas disfrutaron el resto de la tarde del festín en el océano junto con sus amigos, aunque sabían que no alcanzaría para todos. Lo cual las hizo pensar que el siguiente año deberían cambiar su ruta.

Ilustración por Freepik y María Sarah Gachet

Déjanos saber en los comentarios que te ha parecido, esta pequeña historia sobre Lucy y su pequeña cría.

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